viernes, 29 de febrero de 2008

Autoletanía

Oh! licántropo de agua tibia
centellea bosques universales
mares en vilo
incendios petrificados
y ruido diáfano en tu lengua.

Ruge flores celestes,
llueve jazmines oxidados
desde tu esqueleto, tu sangre
y tus dientes iluminados de canto.

Oh! poeta errante
filtra el hablar de mi corazón ciego
y entona epopeyas de bahías.

Oh! Espíritu ondulante
derrumba al hombre de sí mismo,
clavel enamorado de su semejanza,
moneda hueca,
galería de apariencias y presagios
cada minuto siempre
con pensar de humo.

lunes, 4 de febrero de 2008

Prólogo al Manifiesto (Holgorio)

Hijos de Dioniso, hermanos huraños, urgidos, arañas; fetichistas del puré, puristas, purinas, puros; calaveras globo (hidrocefálicos), útiles inútiles y demás. A comienzos del siglo Cornudo, esto es veintiuno, en el día de quién sabe qué del año quién sabe cuánto, ni más ni menos rememoramos, es decir, remembramos uno de los acontecimientos populares más grandilocuentes, sea magnánimos de nuestros tiempos bebedores: La conquista de Dipsodia. En esta fecha tan memorable y por todos, evidentemente, conocida, erigimos un manifiesto poético, monumento a la fundación del seriocísimo imperio, basado en los anales miríficos y sofisticados, eufemismo escatológico, del admirable Cronista, Médico y Maese, el honorabilísimo, Señor, y Honorable señor, no se diga, tesorífico, Don Alcofribas Nasier, extractor de quinta escencia; Rey pagano y devoto de sus póstumos y preliminares férreos defensores, documentados en los archivos o archiveros de la Ley quimérica: De Genes Eugenio, tonel olímpico; Ferdinando Alexandrei, oráculo y calamidad; Joseph Mango, maldición con aromaterapia; Samuel A. Mirrow, autodiplosia y criptoquinesia; Todos los Siervos Hinchados; Yo Han Tse Amador, voz de gallo flamígero; Octavius Secondo, camello, insomnio y espectro; Franz Frédéric, hechicero de caspa y grasa; Betico Cervantes, gigante traga molinos; Chava Lobo, Moiras con sección áurea, atonalidad de perlas; Giovas Rivers, pentagrama en contrapunto, polirritmias de bisturí a la Freud; Romero Virgolo, asesino independendiente con sueldo arquitectónico, industrial y mercadológico; Laius Inclementi, pop art a la Yocasta; Tristón Antono Masia, enanos en dada expresionista; Herman E. Raclítoris, hiperboreal parapsicológico; Milón Che Tocino, espiritismo hippie con inflexiones surrealistas impresionantemente teóricas; Charles Abracadabra, esoterismo ocultista (el big bang de nuestras vidas); Paulus Efrainus, instantes heremitas, conquista de trirremes; Galan Vitro, minotauro puntillista contra cíclope minimal; Salmón Zutra, aeromancia y aquelarre; todos ellos, sin excepción, ávidos avalados en dialéctia hiperacusia y licantropía doble en las rocas, con ligero toque de Zen.